Sara

Sara aparece como quien no quiere ser descubierta del todo. Hay en ella una timidez hermosa, contenida, que se mezcla con una alegría serena que brota cuando menos se espera. No hace falta que diga nada: su expresión lo cuenta todo. En la Plaza de España, junto a la fuente del león, se detiene con una elegancia innata, en un posado que parece improvisado pero tiene la fuerza de lo verdadero.

Un contraluz en el puente de madera perfila su silueta con una delicadeza casi cinematográfica. O también, frente a un panel de azulejos que podría ser una obra en sí mismo, su primer plano destaca con un contraste sutil, precioso, que atrapa la mirada. La cámara la sigue sin forzarla. Sara no actúa, no posa, sólo habita el momento. Y es justo ahí, en esa naturalidad que no busca brillar, donde nace su luz.

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