Nicolás

A veces se diría que Nicolás ha vivido más días de los que muestra su reflejo. En el parque de Las Graveras, entre caminos de tierra, charcas en calma y perfiles de cañaveral, se mueve con una serenidad poco habitual para su edad. El traje, sobrio y bien llevado, parece extensión de su carácter: pausado, atento, con una elegancia que no busca llamar la atención, pero la convoca sin esfuerzo.

Hay algo en su mirada que escucha antes de hablar, que observa antes de moverse. Serio, sí, pero sin dureza. Formal, pero con esa simpatía que asoma sin alardes, como una sonrisa que se toma su tiempo. Nicolás no interpreta un papel: simplemente es, con una naturalidad desarmante. Y en esa forma suya de estar, contenida y luminosa, va dejando un rastro de imágenes donde lo pequeño se vuelve significativo, donde cada gesto revela un mundo que empieza a desplegarse.

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