Natalia
El globo en forma de corazón flota a su lado como un secreto que se escapa despacio. Natalia lo sostiene con la delicadeza de quien sabe que la infancia es algo que no se retiene por la fuerza. Camina entre los árboles de Oromana con esa dulzura que no pesa, que se posa en el ambiente como una brisa suave. Sonríe sin apuro, como si cada gesto tuviera su propio ritmo, su pequeño mundo.
En el parque de María Luisa, el tiempo parece detenerse un instante. La piedra, el verde, las fuentes… todo se vuelve escenario de una historia sin estridencias, contada a base de detalles: la manera en que gira la cabeza, el brillo en los ojos, la forma en que el globo se balancea cuando ríe.
Hay niñas que parecen jugar a ser mayores. Natalia, en cambio, parece recordarnos lo que era mirar el mundo con asombro y calma.










