Miguel

Con una alegría ligera y contagiosa, se desliza por los senderos del parque Central como si el día fuera suyo. La cámara no lo intimida; al contrario, parece disfrutar del juego, de esa danza sencilla entre gesto y sonrisa. Hay en su forma de mirar una franqueza que desarma, una belleza sin artificios, limpia, serena. Miguel posee esa simpatía que no se ensaya, que simplemente nace, y una manera de estar que transforma lo cotidiano en algo entrañable. La luz acaricia sus facciones con delicadeza, pero es él quien da sentido a cada imagen. No fuerza, no finge, se limita a ser, y en ese ser hay algo especial: una mezcla de carácter y dulzura difícil de pasar por alto. Entre paso y paso, entre mirada y movimiento, se adivina la personalidad de un niño auténtico, de los que no necesitan decir mucho para contarlo todo.

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