Mariela

Mariela pasea por la Plaza de España con una alegría que lo llena todo. Hay en ella un estilo natural, desenfadado, que se nota en la forma en que se mueve, en cómo sonríe sin reservas, en cómo convierte cada rincón en un juego. Junto a la fuente del león, improvisa gestos con desenfado, juguetea con el agua y transforma la escena en algo suyo, espontáneo y vibrante. En el parque de María Luisa, cada rincón parece responder a su energía, como si el entorno se adaptara a su manera de ser. Mariela no posa: se expresa. Y en cada fotografía queda algo de esa risa suya que no se contiene, de esa elegancia suya que no se impone, pero que aparece, constante, como una nota de música que suena sin estridencias. Es imposible no mirarla, no dejarse llevar por esa vitalidad que convierte lo cotidiano en algo inolvidable.

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