Javier

Javier camina por Oromana con la solemnidad tranquila de quien sabe lo que representa. Su traje de marinero, de corte impecable y aire distinguido, parece hecho a medida de su porte: sereno, seguro, con una elegancia natural que no necesita artificios. Pero detrás de esa primera impresión hay algo más. Entre fotografía y fotografía, asoma una sonrisa discreta, una mirada que se ilumina con el juego, con la complicidad del momento. Hay talento en su forma de moverse, de mirar a cámara sin forzar, como si comprendiera el lenguaje silencioso de la fotografía. El entorno lo acompaña: la piedra, el agua, la luz entre los árboles. Todo parece dispuesto para que su personalidad destaque con claridad. Javier es equilibrio: entre la seriedad y la risa, entre lo contenido y lo espontáneo. Y en cada imagen queda algo de ese carácter suyo, que se revela sin prisas y deja huella sin hacer ruido.

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