Carla
En una playa abierta de Rota, con el viento de Cádiz empujando suavemente las olas hacia la orilla, Carla decidió que su comunión merecía algo más que un álbum de recuerdos formales. El reportaje se hizo después, cuando el vestido ya no era símbolo, sino juego, y el agua —todavía fría— le pareció más invitación que obstáculo. Se adentró sin miedo, dejando que las olas la abrazaran, como si el mar también quisiera ser parte del recuerdo. A veces posaba con una risa de verano, con gestos improvisados; otras, con la serenidad de quien sabe que ese instante quedará guardado para siempre. Juega, se tumba en la arena, se sacude la sal del pelo y vuelve a empezar. A veces lleva sombrero, a veces gafas, a veces simplemente el brillo del sol en los ojos. En cada fotografía queda una mezcla de infancia y libertad, como si el mar le hubiera prestado su modo de mirar.













